viernes, 3 de octubre de 2014

Cine
El día en que el shopping capturó al cine


Escribe: Ricardo de Luca

Ilustra: Julian Mono

Hubo una época en la que todo moría. Una década oscura en la que todos los días nos despertábamos con una nueva muerte. El sentido común, acomodado al discurso dominante, nos decía que se trataba del curso natural de las cosas. Todo lo que moría lo hacía por viejo, por pertenecer al pasado. Era tiempo del presente y sólo había lugar para lo nuevo, que venía siempre de afuera. Así fue que un día murió el cine. No el cine como producto sino el cine como espacio físico, ese lugar donde veíamos películas. Uno a uno, los cines empezaron a cerrar y los barrios se fueron quedando vacíos. El sentido común nos dijo que había llegado la televisión, el video, el cable: ¿para qué iba a ir la gente al cine si podía ver las películas en su casa? Y entonces, cuando el tiempo parecía ganar la batalla, apareció el shopping. Ahora pensamos que fue el shopping quien salvó al cine, aunque con el alto costo de convertirlo en mercancía, de ubicarlo al lado del local de ropa. Pero el cine ya era mercancía de antes, ya se ubicaba al lado de comercios, había que pagar entrada y respondía a las lógicas del mercado. Lo nuevo era la compleja red de intereses que capturó al cine.
El documental “Imágenes del tío Sam” (2012) de Daniel Stefanello ofrece unas cuantas pistas sobre lo que pasó. Sigue el derrotero de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, pero pensándola desde la óptica de la producción de cine. Su mirada no se queda sólo ahí, va mucho más allá, y llega a descifrar un atisbo del funcionamiento global de Hollywood: la manera en que ha construido posiciones dominantes en todos los mercados y cómo ha hecho para cooptar distribuidoras, manejar la cantidad de copias y gestionar derechos. En síntesis, cómo ha hecho para ser el productor excluyente del entretenimiento del mundo. Y la nota curiosa es que justo cuando, según el discurso dominante, el cine estaba en profunda crisis, es cuando mayores ganancias ha obtenido. El cine se convirtió en la tercera industria de Estados Unidos y, por primera vez, en la historia casi todas las películas de Hollywood se estrenaron en simultáneo en infinidad de países. Para que un mismo producto se comercialice al mismo tiempo en miles de mercados es necesario tener una posición dominante. Y esta posición fue posible sólo luego de intervenir y desguazar todos los mercados locales. Esa es la historia del final de los cines de barrio.
Para esto hay dos elementos centrales, las distribuidoras y las pantallas. En ambos casos la monopolización es alarmante. Según datos relevados por SICA (Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina), en el 2012 siete de las once distribuidoras que hay en el país pertenecen a estudios de Hollywood (Disney, Fox, Warner Bros, Sony Columbia y Tristar Films). El informe señala que entre enero y diciembre de 2012: “Las distribuidoras de origen foráneo acapararon poco más de mil millones de pesos”. De las recaudaciones de estas distribuidoras, “United International Pictures se quedó, durante el transcurso del año, con el 32,78%”. En cuanto a las pantallas, había 827 en 262 salas. Y aquí la copia es un determinante. Por ejemplo, una película norteamericana se estrena con un promedio de 67 copias mientras que una película argentina lo hace con 17. En el 2012, se estrenaron 117 películas norteamericanas con 7.804 copias y 136 películas nacionales con 1908. Se ha celebrado el alza en el número de películas, que ha superado la cantidad de estrenos de Hollywood, pero estos estrenos se ubicaron fuera del circuito comercial. El cine argentino se produce pero no se comercializa.

No hay copia
Es precisamente el control de las copias lo que contribuyó a destruir los cines de barrio. El cine “Astro” cerró en 2010. En el documental de Stefanello se cuenta cómo pasó de tener varias salas a tener una sola. En plena crisis, cuando se estrenaban películas taquilleras, aquellas que garantizarían público, el cine “Astro” pedía copias para poder proyectar. Pero la respuesta de las distribuidoras era “que ya no quedaban” y terminaban recibiendo algún otro título menos promocionado. Así, el público masivo fue capturado por el shopping. En la película de Stefanello se cuenta además que, al principio de la historia, Hollywood diseñó estrategias de seducción para ganar la simpatía de los cines locales. Ahora, en cambio, las mismas distribuidoras que los sedujeron los desecharon y contribuyeron a su inevitable caída ya que tenían sus propios cines.
Según los datos de SICA, en el año 2012 asistieron al cine más de 46,4 millones de personas, de las cuales casi 37,7 fueron espectadores de películas norteamericanas y sólo 4,3 millones vieron películas argentinas. El 60% de las pantallas corresponden a multicines (en general ubicados en shoppings), es decir, más de 23 millones de personas fueron allí sólo para ver películas. Y el monopolio de los multicines es tal que en Argentina hay sólo siete cadenas (Hoyts, Cinemark, Cinemacenter, Lumiere, Showcase, Sunstar y Village). En otras palabras, deberíamos preguntarnos si fue el shopping el que salvó al cine o si fue el cine el que hizo rentable al shopping.

La expansión horizontal y los espacios INCAA
Cuando una empresa avanza sobre los distintos puntos de la línea de producción y alcanza también al sector comercial, se habla de expansión horizontal. Algo de eso ha pasado con el cine. Las grandes productoras norteamericanas participan en los paquetes accionarios de las cadenas, con lo cual tienen el control estratégico de la exhibición. Ya habían llegado antes al control de la distribución y eran dueños de las copias, ahora también son dueños de las salas. Así, el cine argentino, se quedó primero sin copias y luego sin salas. No es casual que la estrategia del cine nacional sea construir un circuito de pantallas, recuperando algunos espacios que antes ocupaban los cines de barrio. Es la historia de la red de espacios INCAA que se inició en el 2004. Se reabrieron o reequiparon salas en todo el país, llegando a contar con 43 espacios en el 2013, todo un circuito paralelo de cine.
El problema ha sido recuperar el interés del público, que no asiste a las proyecciones. En un trabajo presentado en el IV Congreso Argentino de Cultura del año 2013, Lucas Santillán sostuvo que el tema pasa por la necesidad de generar un “cambio cultural”, algo que modifique los “hábitos y costumbres en el consumo de los bienes culturales”. Santillán plantea que la red de los espacios INCAA debe funcionar también como una red de comunicación que difunda una nueva manera de concebir la experiencia cinematográfica. Se trataría de pasar de “difundir películas a comunicar una política cultural; de vender entradas de cine a convocar, a vivenciar y compartir una experiencia. Es en este camino que el cine podrá recuperar su lugar de sociabilidad y construcción de identidad”. La lección de los espacios INCAA es que no alcanza con disputar las posiciones económicas sino que hay que disputar también las culturales. Hay que construir una crítica hacia el discurso dominante, aquel que para matar al cine argentino nos dijo que el cine entero había muerto.

Publicado el 24 Septiembre /Buenos_Aires 2014

http://hamartia.com.ar/2014/09/24/el-dia-en-que-el-shopping-capturo-al-cine/


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